Podría pensarse que es una foto sobre la fe. O sobre la resiliencia. Y lo es, sobre ambas cosas, pero también es algo más. El hombre, diminuto frente a a estatua de Buda, limpia a mano los escombros que dejó el devastador terremoto de fines de marzo en Birmania. Que en medio de tanta destrucción haya sobrevidido la enorme es escultura califica de milagro. También lo hace el reiterado hecho de que los seres humanos insistamos en nuestras cosas, que produzcamos cultura, saber y sentido aun en medio de fuerzas –las naturales– que nos sobrepasan y tironeados por pulsiones –las propias– demasiadas veces oscuras, mortíferas, insensatas. La pagoda se llama Lawkatharaphu. No conocemos el nombre de la persona que intenta limpirarla. Pero en ese esfuerzo –anónimo, metódico, concentrado en sí mismo– permanece el pulso de toda una especie.