En los últimos tiempos, al transitar por las rutas argentinas, incluso en la zona núcleo, se nota una reducción del sistema de siembra directa para la implantación de cultivos agrícolas. Las justificaciones de los productores que realizan algunas labranzas en sus lotes se asocian a principalmente a borrar huellones creados por pasadas de cosechadoras en condiciones de humedad, a romper capas endurecidas y airear el suelo y combatir malezas resistentes a los herbicidas. Es un tema en debate, sobre el que hay distintos puntos de vista, algunos de los cuales se exponen a continuación, sin pretender agotar el tema.
Para la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), la entidad que lleva la bandera de esa técnica, en un sistema agrícola de esas características no hay lugar para las labranzas, ni siquiera para las esporádicas. La explicación es que, luego de entrar en un sistema de implantación directa, la estabilización ocurre recién a los 20 años. Por lo tanto, incorporar trabajos mecánicos al sistema es un retroceso grande, según la entidad.
Una de las justificaciones para incluir la labranza en lotes agrícolas que se cultivan con siembra directa sería airear el suelo. En ese sentido, Marcelo Arriola, vocal titular de la entidad y profesor de Manejo de Suelos y Fertilidad de la Universidad Católica Argentina, indica que “ese no es el camino, porque la porosidad del suelo está dada por las raíces y por los organismos que se desarrollan en los distintos horizontes del suelo” .
El suelo tiene macroagregados y mesoagregados, capaces de generar los macroporos en el suelo que permite que esté aireado. ¿Qué sucede con sucesivas labranzas durante muchos años? se pierde materia orgánica, se rompen los macro y mesoagregados y el suelo queda sin estructura; se forman capas densas con estructuras laminares.
Frente a esa situación hay quienes dicen: “Hay que eliminar la compactación y romper capas endurecidas”. Desde Aapresid desarrollan otro concepto: “las capas densas no hay que romperlas con herramientas mecánicas, sino mejorarlas captando carbono manteniendo los lotes siempre verdes, para lograr la recarbonización del suelo y el desarrollo de macroagregados y macroporos” . Es decir, “se debe dejar trabajar a las raíces de los cultivos durante todo el año y no pensar en una labranza”, diferencia Arriola.
Otra justificación para el empleo de labranzas en sistemas de siembra directa es el control de malezas resistentes. En ese sentido, Arriola dice que “los sistemas naturales son complejos, pero el hombre, a través del cultivo, los simplifica y los compone a muy pocas especies”. Explica que “el mayor nacimiento de malezas se da en septiembre-octubre” . En esa época no hay ningún cultivo de verano que compita con ellas. Entonces “las malezas tienen todo el suelo, el agua y nutrientes para ellas”, afirma. Frente a eso, Arriola propone la inclusión de cultivos de servicio, frente a los cuales las malezas no van a poder crecer por ser malas competidoras.
En otros países, como en Estados Unidos, los cultivos se implantan principalmente con labranza convencional y no con siembra directa. Ante ello, Arriola dice que en esos países se está produciendo un proceso de eutrofización. Este se define como “el enriquecimiento excesivo de nutrientes, principalmente nitratos y fosfatos en un cuerpo de agua, lo que provoca un crecimiento desmedido de algas y fitoplancton”. Es decir que, con sistemas agrícolas muy simplificados y con alta aplicación de fertilizantes, hay mucho lavado de nitrógeno y fósforo que termina en el mar provocando el desarrollo explosivo del sargazo. En Estados Unidos, el nitrógeno no utilizado por las plantas es canalizado por los tubos subterráneos que hay en la zona agrícola, que lo conducen diluidos en agua hasta un río y luego terminan en el mar.
Esa es la razón por la cual están apareciendo repetidas oleadas de sargazo, al haber una relación directa entre el exceso de nitrógeno y el desarrollo de algas que se está viendo con un crecimiento exponencial de los últimos años.
Por esta eutrofización, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) está trabajando con cultivos de servicio para atenuar los problemas de los sistemas supersimplificados buscando una agricultura más parecida a los sistemas prístinos.
Región agrícola sur“En los últimos años, en el partido de Necochea se nota una disminución de los lotes implantados con siembra directa. Hace 10 o 15 años esta técnica ocupaba el 90% aproximadamente de la superficie de cultivo agrícola, pero hoy se puede estimar que ha bajado a un 70%, con la intención de algunos resolver problemas que, en general, no están muy claros”, afirma el consultor Agustín Bilbao.
El sustituto más empleado para reemplazar la siembra directa son las labores mecánicas, principalmente la pasada de rastras de discos o acondicionadores, pero diversas experiencias demuestran que no siempre son buenas alternativas en un esquema de implantación conservacionista.
En el CREA Necochea-Quequén, durante los últimos años, se realizaron labranzas en la mitad de algunos lotes, lo cual, en promedio reducción 8% el rendimiento en los granos gruesos y 2% en los granos finos, lo que indicaría que las labores mecánicas deben ser utilizadas solo en situaciones muy específicas, aconseja Bilbao.
“En el CREA preferimos hablar de labranzas dirigidas, no labranzas masivas. Esto significa que, para siembras tempranas en lotes con mucha cobertura, es imprescindible la utilización de barrerrastrojos y cuchillas turbo con ondulación agresiva, para asegurar la colocación de la semilla en contacto con el suelo en condiciones de humedad”, explica Bilbao. Esto significa que solo se mueven pocos centímetros del suelo en el lote.
Otros dos casos de labranzas dirigidas se dan con la pasada de una herramienta de discos por huellones de la cosechadora en los lotes bajos y para eliminar las cuevas de peludos en las lomas. Para corregir estas situaciones anormales se pueden usar rastras de discos o cinceles aprovechando las herramientas antiguas que hay en los campos. “Las cuevas de peludos se deben eliminar para poder trabajar y hay que ahuyentar a los animales echando agua a las cuevas y evitando su vuelta, porque si no, al poco tiempo, vuelven a hacer los túneles y se debe volver a disquear” , advierte el técnico.
Estas aplicaciones de labranzas son localizadas y generalmente no afectan más del 10% del lote. “No tiene sentido dar vuelta toda la superficie, que solo es una opción en campos alquilados que hayan sido muy mal manejados durante años”, diferencia.
“En el CREA entendemos que solo se justifica una disqueada de toda la superficie de un potrero si se va a sembrar papa, que es un cultivo que solamente se puede implantar con labranza convencional y en suelos de buena calidad”, indica Bilbao.
Un segundo caso puede ser en lotes muy pisoteados por el pastoreo de vacunos, en los cuales no penetra la sembradora por la compactación y el encostramiento, que se deben eliminar con una labor. Esto ocurre solo en algunos casos, durante inviernos con lluvias por encima del promedio y cuando no se pudieron retirar los animales.
Bilbao dice que en los últimos años han aparecido algunas herramientas que perturban menos el suelo, como los acondicionadores con discos y rodillos, que harían una labor que deja el suelo muy parejo, a diferencia de lo que puede pasar si se utilizan rastras de discos de cierta antigüedad.
Otros equipos que están ofreciéndose son las rastras con discos encadenados con forma de diamante, que llegan a una profundidad de cinco centímetros para descalzar malezas. No obstante, esos centímetros son los de mayor actividad biológica y los de mayor contenido de materia orgánica que se debería preservar sin perturbaciones.
Por otro lado, el experto entiende que no sería conveniente combatir malezas mediante métodos mecánicos sino utilizando herbicidas. “Los trabajos deben incorporarse en casos extremos, como puede ser una infestación de raigrás muy rebelde en un campo que viene de muchos años de arrendamiento, que se trabajó con mal manejo”, propone.
Otro problema que aparece en los campos que desarrollan monocultura de soja en siembra directa es que se densifican los suelos. Si se repite muchos años ese cultivo y no se alterna con otras especies, generalmente se aumenta la densidad aparente del suelo. En esas condiciones “la tentación de pasar un disco es importante” y el primer año de cultivo, luego de la labor, se generará más porosidad en el suelo y el cultivo puede tener mejor desarrollo que el de siembra directa”, compara Agustín. Pero esa diferencia se va achicando con el correr del tiempo y al segundo o tercer año los rendimientos entre la parte labrada y sembrada directamente se emparejan o quedan a favor de la segunda, sobre todo si no se repone el nitrógeno que liberan las labranzas.
En la región donde trabaja Bilbao se probó el subsolado con equipos del tipo Paratill, que romperían capas duras sin invertir los horizontes del suelo. Se observó que, luego de la labor, inicialmente las raíces pueden explorar más en profundidad, pero simultáneamente surgió el inconveniente de la pérdida de piso, que puede dificultar la implantación del cultivo siguiente por problemas para el tránsito de la maquinaria. En ese sentido, Bilbao entiende que las raíces de maíz y de otras gramíneas, en rotación, serán suficientes para no tener problemas de compactación. Sí puede ser necesario el uso de estos equipos en lotes alquilados con mal uso durante varios años.
Otra herramienta que se está probando en algunos campos son las rejas subsuperficiales en forma de pie de pato, que corta las raíces de las malezas sin alterar toda la superficie del suelo. Se está usando sobre todo en zonas más secas del sur bonaerense, como en Coronel Dorrego, para eliminar la competencia del raigrás y crucíferas. Uno de los usos de esta herramienta es como segundo golpe luego de un herbicida, y cuando la humedad del suelo es baja, para que no se prendan nuevamente las raíces.
En síntesis, para Bilbao, disquear masivamente un lote no soluciona satisfactoriamente problemas que se atribuyen a la siembra directa, que está perdiendo superficie en su zona. Entiende que los trabajos mecánicos, cuando corresponden, tienen que ser dirigidos y muy orientados a situaciones puntuales donde no se puede sembrar directamente sin mover el suelo. Y también explica que “una siembra directa bien fertilizada y con suficiente rotación de cultivos debería seguir siendo la base del sistema de producción agrícola de la zona”.
Región agrícola norte“Personalmente, creo que el sistema de siembra directa, con sus pilares tradicionales de rotación de cultivos, buen uso de fertilizantes y maquinaria adecuada, es el más conveniente para la agricultura argentina. Sin embargo, en la zona norte de Buenos Aires, en los últimos años, este sistema se está complicando por distintas razones. Una de ellas es el aumento de la capacidad de trabajo de las maquinarias -cosechadoras, sembradoras- que tienen la ventaja de desarrollar rápidamente las labores, pero mayor compactación en los suelos por donde transitan”, observa Javier Elisei, técnico del INTA Pergamino.
Es decir, en opinión del especialista, los productores deben ir al sistema ideal, que es de siembra directa, pero en los últimos años han surgido problemas que los obligan a agregar otras herramientas para solucionarlos.
Dentro de ellas “se han difundido algunos trabajos mecánicos, lo que no quiere decir que haya que olvidarse de la siembra directa y volver a un sistema de labranza convencional masiva o una labranza reducida. Los trabajos ocasionales son solamente herramientas que pueden ayudar a solucionar algunos problemas específicos”, distingue.
Simultáneamente, en la zona, en los últimos años también han aparecido tecnologías para enfrentar los problemas de compactación o malezas resistentes sin recurrir a la labranza. Las más emblemáticas son los cultivos de servicio y la integración del bovino a los sistemas agrícolas con verdeos de invierno mientras se desarrollan dos cultivos de verano. También han ayudado la inclusión de arveja, camelina, colza y cebada en lugar de solo trigo como cultivos de invierno.
Más allá de estas alternativas, lo que es claro es que “si se afloja en la rotación de cultivos o no se fertiliza de manera equilibrada, se reduce la cobertura en los lotes y eso da cambios no deseados como malezas que se escapan, caída del porcentaje de materia orgánica y problemas físicos de los suelos, con lo cual se altera una dinámica deseable de la agricultura”, subraya Elisei.
“No hay una sola receta para enfrentar el problema: cada establecimiento es un mundo; no es la misma problemática en un campo grande que en uno chico con hidromorfismo; hay que analizar cada caso antes de tomar decisiones que resultaron efectivas en otras situaciones”, alerta.
A modo de resumen, Elisei entiende que el actual no es un problema de malezas resistentes. Es la consecuencia de que algunos productores se alejan de la rotación y de la correcta fertilización en cantidad y calidad. “Se fue a una monocultura de soja con glifosato, una receta que parecía ideal y la naturaleza nos pasó la factura. Los agrónomos deberemos armar procesos para volver a estabilizar la siembra directa con los pilares históricos”, desafía.
Para Juan Radrizzani, asesor del CREA Arroyo del Medio, del norte de Buenos Aires, la problemática de siembra directa y labranzas es distinta según se consideran campos alquilados o propios. En el primer caso, quien produce debe facturar para pagar arrendamientos y costos directos. Entonces, en esa situación es muy posible que vulnere el sistema de siembra directa ante un problema determinado. En campo propio, en cambio, el dueño, con una mirada de largo plazo, puede tener otros objetivos como aumentar el contenido de materia orgánica de los suelos para incrementar su fertilidad y productividad.
Radrizzani entiende que las labores mecánicas entran por una cuestión de fuerza mayor en las empresas agrícolas; ningún productor planifica “vamos a pasar un disco o un Paratill en determinado potrero”. Se utilizan cuando, por ejemplo, hay un escape de raigrás en primavera, hay suficiente humedad para sembrar maíz y es preciso eliminarlo antes de la implantación. En ese caso, una pasada de disco puede solucionar el problema, pero debe considerarse una herramienta más de la caja que tiene el productor.
Frente a los problemas de compactación de lotes en campos propios, Radrizzani propone “ponerle cabeza” para evitar labores. Así, aconseja incluir cultivos de servicio y clavar más las cuchillas turbo de la sembradora para penetrar en el suelo. No recomienda la pasada de un Paratill, por ejemplo, porque a los dos o tres años se repite el mismo problema que obligó a su utilización.
En el caso de los huellones de cosechadora, si son de más de cinco centímetros de profundidad y complican la siembra, se deben borrar con pasadas de disco. “Normalmente se dan en cabeceras y también pueden remediarse creando cobertura con un cultivo que trabaja el suelo con raíces, aunque no se coseche.
Radrizzani aclara que, en el CREA Arroyo del Medio, sobre 10.000 hectáreas, solo se disquean 50 o 100 por año, muy poco, lo que demuestra que es una herramienta de uso ocasional, no un sistema de producción difundido.
En campos alquilados, la situación es distinta. “Gran parte del problema es que algunos dueños de campos negocian un quintal más de alquiler, pero no hacen ningún control sobre las prácticas productivas del arrendatario”, critica Radrizzani.