Zoe Hochbaum, el film donde conoció a su mejor amiga, la influencia de su padre productor y el vínculo con Manu Fanego

Chica rebelde. ¿O no tanto? Zoe Hochbaum se sale de la norma. Actriz, productora, directora, gestora, imparable a la hora de generar proyectos en los más diversos formatos.

El jueves pasado, con el estreno de Verano Trippin, ópera prima de Morena Fernández Quinteros, volvió a mostrarse en pantalla grande. El lenguaje del cine es uno de sus intereses artísticos. En este caso, no solo en su rol frente a la cámara, sino también como productora.

Un poco de árbol genealógico nunca viene mal para decodificar a las personas, al menos en algún aspecto. Zoe Hochbaum tiene 26 años. Gabriel, su padre, es un hombre de los medios -representante, productor, exsocio en América TV- y Claudia –“Calu”-, su madre, fue bailarina, trabajó con Antonio Gasalla y, en la actualidad, se desempeña como profesora de yoga. Influencias no le faltaron.

“Soy quien soy gracias a ellos, tengo unos padres increíbles. Lo que más me gusta de crecer es transformar la queja permanente del adolescente, de tratarlos mal, a hacer crecer el vínculo, que aparezca el agradecimiento hacia ellos; ahora, todo lo que les criticaba, lo hago yo”.

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En Verano Trippin, Zoe Hochbaum comparte el protagónico con Miranda de la Serna. Juntas le dan vida a dos amigas que inician un viaje literal y simbólico. Aparece el afianzamiento de los vínculos, pero también emerge la posibilidad del desafecto o la traición.

“Tenía ganas de divertirme en un set, porque siempre hice películas más solemnes o dramáticas”, reconoce la actriz. “Estamos en un momento de tanta angustia que siento que es un regalo al alma poder entrar en una cápsula de tiempo que te saque de todo y poder divertirte”.

Amiga de la directora, en unas vacaciones en común Morena Fernández Quinteros le contó sobre su idea. A la semana, Zoe Hochbaum le propuso ponerlo en marcha como actriz e impulsando la producción.

“Me enamoré de este proyecto porque cuenta un desamor de amigas, algo que me parece interesante. Siempre vemos películas románticas, que me encantan porque soy así, pero me resultaba valioso hablar del amor de dos amigas, uno de los amores más importantes de la vida”.

-¿Cómo apareció el nombre de la coprotagonista, Miranda de la Serna?

-Lo propuso “More” y me resultó sensacional. No la conocía personalmente y el destino quiso que ella se sume al proyecto porque tenía que conocer a mi nueva mejor amiga, es mi hermana, no puedo creer cómo estuve tantos años sin ella. Es una amistad a primera vista, algo que me pasó con muy pocas personas.

A tal punto germinó ese vínculo que las angustiaba rodar las escenas donde sus personajes se enfrentaban: “Nos preguntábamos una a la otra si estábamos bien, nos ponía mal atravesar lo que teníamos que contar”.

-Estamos en un problema.

-¿Por qué?

-Tenemos la costumbre de colocar rótulos y esa tarea, con vos, es ciclópea.

-Tenés razón, qué pesada soy.

-Es una virtud.

-Creo que es más divertida la vida de esta forma; lo contrario es autodefinirse, armarse un único camino y que los demás también te definan de determinada forma. De todos modos, son necesarios las definiciones, no es algo malo, el cerebro tiene que procesar algunos rótulos. Es inevitable rotular, etiquetar y prejuzgar, pero, si se puede, hay que sacarle la masa al molde y generar el propio molde. Uno piensa que es libre hasta que conoce a alguien más libre. Me pasó cuando me puse de novia con Manu (Fanego); se me abrieron los espectros de la mirada. La libertad tiene que ver con cómo uno mira al otro y a uno mismo. Las acciones serán consecuentes con esa mirada que se tiene y las acciones tendrán que ver con lo que se desea o se puede.

Se la percibe embanderada con el dejarse fluir. “A pesar de lo que pueda parecer, soy muy organizada, pero, intento que, si las cosas no salen como las pienso, me pueda subir a esa nueva ola y reinventarme. Creo que la libertad está en la posibilidad de reinventarnos. A veces, lo que no sale es porque no tenía que salir y terminan saliendo otras cosas. Sucede mucho cuando se hace un casting, ahora que estoy también del otro lado (se refiere a su rol de productora), puedo entender mejor por qué un actor o una actriz no es elegido para un proyecto. Hay que entregarse”.

El amor menos pensado

Durante un tiempo, Zoe Hochbaum se radicó en Uruguay, siguiendo, en cierta forma, el destino de sus padres. Una misma elección. Del otro lado del Río de la Plata entabló una relación. Sin embargo, cuando la separación fue un hecho, regresó a Argentina. “Me vine a duelar con mis amigos el fin de ese vínculo”.

En ese tiempo, la directora Morena Fernández Quinteros le pidió que la acompañase para ver actuar a un actor que podría interpretar uno de los personajes de Verano Trippin. Aquella obra fue Modelo vivo o muerto y el intérprete en cuestión era Manu Fanego, hijo del actor Daniel Fanego y actual pareja de Zoe.

En un taller de entrenamiento de Francisca Ure, Hochbaum compartió una clase con Fanego. Cuando una de las consignas fue “preguntarle a otro compañero si se lo puede besar”, la actriz lo eligió a él: “No me preguntes por qué, pero, en cuanto lo vi, me dije: ‘Esta persona me encanta’. Somos el agua y el aceite, nuestros amigos no pueden creer que estemos hace un año y medio de novios, es el match que nadie se imagina”.

Al día siguiente de aquella clase, la actriz invitó a su compañero a su casa. “Desde ahí, no nos separamos más”. Ella asegura que se enamoró ni bien tuvo que dar ese beso ficcional como ejercitación teatral.

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-Ambos son muy libres en torno a elegir relaciones más allá de la cuestión de género.

-Crecí con libertades, pero él me vino a enseñar miradas y libertades nuevas, cosas que pensé que tenía asimiladas, pero aprendí mucho más. Una pareja también es una manera de aprender a ver nuevas maneras del mundo y a vos mismo. De chica me decían que era especial...

-¿Sos “especial”?

-Tiene que ver con, a veces, no estar en el lugar correcto con las personas correctas. Ahora siento que tengo a mis amigos de verdad.

Cuando se refiere a su pareja con Manu Fanego, lo hace en femenino: “Me gusta, cuando hablo de la pareja en plural, hacerlo de ese modo, me siento más cómoda. Tampoco es una ley en la que me impongo cómo tengo que hablar y, depende con quién esté, respeto el deseo y la necesidad del otro”.

-Manu habló de su autopercepción no binaria.

-Tiene que ver con lo que hablábamos al principio, con el no encasillarse. Cuando te encasillan, te limitan. Uno es mucho más que una cosa u otra. Mucha gente piensa, “si sos no binarie, ¿qué sos?”. Si te hacés esa pregunta, ya no podemos ni comenzar a hablar, porque tiene que ver con algo que va más allá del género y la sexualidad.

-Hoy, muchos jóvenes de tu generación, y más chicos también, manifiestan la posibilidad del enamoramiento hacia otra persona más allá del género.

-Crecí con ese pensamiento, tanto por la generación a la que pertenezco como por la forma en que me educaron. Siempre estuve en un ambiente artístico, no se si decirle “progre”, pero sí “open minded”, crecí con la duda de si sería bisexual. Nunca me quise categorizar, detesto la palabra “normalidad”.

-¿Qué es “normal”?

-Nada. En el mundo pasan cosas terribles, sigue habiendo guerras, países con dictaduras, hambre, entonces, ¿qué es “normal”? En la calle hay agresión. Me sorprende cómo vende hablar de la intimidad de la gente. Hay una obsesión con eso.

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-¿Cómo accionó en vos la influencia de tus padres?

-Son un ejemplo para mí. Jamás dejaron de laburar y, sin embargo, estuvieron muy presentes. Mi papá, desde que yo iba al jardín de infantes hasta la secundaria, no hubo un día en el que no me llevase al colegio. No había ni combi ni pool con otros padres, siempre me llevó él. Mis viejos tienen un vínculo muy sano, jamás los vi discutir de manera violenta. Eso es muy fuerte para mí, porque sé qué es que te traten bien.

-¿Te han tocado parejas tóxicas?

-No sé si tanto, pero sí, en alguna relación, hubo destrato. Por suerte, sé qué quiero y qué no voy a permitir. Por otra parte, me encanta el compromiso. Me gusta estar con alguien y que veamos qué hace cada uno por el otro, eso no es perder libertad. Tener una pareja abierta es, en realidad, que seas libre, porque la libertad es de la cabeza.

-¿Cómo incidió la actividad de tu padre, como productor, empresario, gestor de medios, en el desarrollo de tu vocación?

-Mucho y para bien. El peso es absolutamente positivo. Por supuesto que ser su hija me abrió puertas y lo agradezco, pero va más allá de eso. Me negué mucho a ser productora, pero inhalé esas enseñanzas. Es un maestro, lo que sé lo sé por él. Mi padre hizo todo, fue representante de Ricky Martin, trabajó con Claudia Schiffer y hasta hizo un programa con Woody Allen. Si alguien que tiene historias para contar, es él. Me dio herramientas para salir a la calle más preparada.

Actualmente, Zoe y su padre son socios en Orca Films, la productora que, entre otras actividades, está detrás del film Verano Trippin. “Siempre nos llevamos muy bien trabajando”, dice.

Antes de finalizar la charla, la actriz esboza una máxima bien incorporada, acaso sea la matriz de su existencia: “Soy de autogestión, no voy a depender del resto para que pasen las cosas que quiero, para cumplir mis sueños... Siempre voy a trabajar para hacerlos realidad”.



Fuente: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/personajes/zoe-hochbaum-el-film-donde-conocio-a-su-mejor-amiga-la-influencia-de-su-padre-productor-y-el-vinculo-nid15092025/

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